Felices, siempre felices.

Hoy hace exactamente un año que empecé este blog. ¡Cómo pasa el tiempo! Un año de aprendizaje, de metas, de letras, de historias, de libros, de alegrías y decepciones, un año de decisiones, de éxitos y fracasos, de sonrisas, de lágrimas, de incertidumbres, de intentos, de luchas, de besos, de abrazos, de gente entrando y saliendo tanto del blog como de mi vida. Un largo año que en realidad ha sido extremadamente corto, porque la longitud del tiempo es más relativa de lo que pensamos. Depende de como lo pasemos y de como lo aprovechemos. Una tarde de cine puede ser eterna si no elegimos bien la película. Sin embargo, hay películas de tres horas que se pasan en un suspiro. Una noche que pintaba aburrida puede sorprenderte viendo el amanecer, sin ganas de volver a casa porque la compañía te hizo olvidarte hasta del mundo. Elegir bien a las personas no es fundamental, aquellas que crees que no deberían haber aparecido, en realidad tienen un propósito sin darse cuenta: hacerte más listo, más fuerte. Y aquellas que pagarías por haberlas conocido mucho antes te hacen valorar incluso más el tiempo que pasas con ellas; el ahora y el aquí, porque el mañana todavía no existe y en realidad no sabes con seguridad si existirá. 

Pero a lo que iba, que me enrollo más que una persiana. Ha pasado un año y espero que pasen dos, tres, cuatro.... mil. Mil años más pudiendo compartir con vosotros (lectores asiduos, lectores casuales, amigos, mamá, Isa,...) un trocito de mi alma transformada en literatura. No pude elegir mejor época para embarcarme en semejante aventura, porque así tengo una doble excusa para deciros lo siguiente: FELIZ NAVIDAD. Pero no solo Navidad; también feliz año, feliz siglo, feliz vida. Feliz siempre. Feliz ahora. Felices, siempre felices, que las penas tarde o temprano se van como las nubes que dejan paso al sol. 



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