He traído tarta.

Iván tiene doce años, Marta tiene siete y María cuatro. Hoy es el cumpleaños de la pequeña. Cuatro años ya...

- Manuel, es hora de tomar la medicina. 

Una voz me despierta de mis ensoñaciones, de mis recuerdos. 

- ¿Y la tarta?

El hombre me mira sin comprender del todo.

- ¿Qué tarta?
- La de María. Hoy es su cumpleaños.
- Toma tu medicina, Manuel - dice suspirando.
- Quiero tarta.
- No hay tarta. Solo medicina, lo que necesitas - hace una pausa y dice con un deje de rencor -. Lo que te mereces.

En ese mismo momento salto sobre el enfermero, forcejeamos, él intenta pedir ayuda, pero nadie nos escucha porque la puerta se ha cerrado a su espalda. Llevo semanas sin tomarme la medicación que tan puntualmente se ocupan de suministrarme. Estoy más despierto que nunca y tengo el control de la pelea. Él lo sabe, yo lo sé, por eso ninguno de los dos se sorprende cuando le parto el cuello. Una vez en el suelo  hago un intercambio de ropa y salgo del hospital sin problemas. Me dirijo a la pastelería más cercana y compro una tarta de nata. A María le encanta la nata, se pondrá muy contenta. Es hora de hacer una visita.

Cuando llego el frío y la oscuridad me reciben. Leo los nombres de cada uno de sus respectivas lápidas y comienzo a comerme la tarta.

- He traído tarta - les digo a unos hijos que maté tiempo atrás. 
- Yo he traído el cuchillo  -  dice la voz de Elena desde la penumbra justo antes de clavarme algo punzante en el lateral del cuello -. Te estábamos esperando, cariño - dice con retintín mientras el cálido líquido se extiende por el duro suelo de la cripta familiar donde descansan nuestros hijos.



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